A person of interest [Clarke]

Es mediodía. El cielo está nublado, pero aún así algunos rayos de sol se filtran entre las capas gaseosas e indicen en el suelo. No ha llovido, ni va a hacerlo, pero que el cielo esté encapotado sólo hace que haga aún más calor. Lo único bueno es que nos ayuda a camuflarnos mejor, pero sólo eso. Echo un ojeada a mis hombres. La mayoría, al igual que yo, están cansados, puede que agobiados por llevar toda esa maleza de enredaderas encima de la armadura. Llevamos desde antes del amanecer apostados aquí, en un terraplén por encima del campamento de los caídos.

Llevamos varios días así; acudiendo a este terreno para espiarles y anotar todo aquello que nos sirva de ayuda, tanto para entenderlos como para saber por donde tendremos que atacar llegado el momento, si es que llega. Yo no había estado presente hasta hoy. Indra me sugirió que mandara a unos cuantos exploradores para mantenerme informada, y cuando, después de varios días, las ideas de atacarles se tornaron en súplicas para que diera la orden, decidí que antes de nada quería verlo con mis propios ojos.

Después de varias horas me doy cuenta de que tampoco debemos temer nada. Tienen dos líderes, y a su vez otros dos que parecen tener influencia sobre el resto. Son todos demasiado jóvenes y ni siquiera llegan a cien. Ya no. Han montado una muralla con grandes troncos, y han establecido unos turnos de guardia. También tienen rastreadores y cazadores, aunque, a decir verdad, están lejos de tener la experiencia necesaria para llamarles así. Sólo salen para buscar víveres y agua. Poco más.

Todavía sigo buscando indicios que me demuestren que son una amenaza, que deberíamos acabar con ellos y olvidarnos de que han caído del cielo en una nave que pensábamos que ya no existía. No son un peligro. Tan solo son unos chavales asustados por el nuevo mundo que les rodea, preocupándose por sobrevivir. Nosotros, sin embargo, sí que debemos resultarles un problema. No saben quiénes somos, dónde estamos, qué clase de armas poseemos y qué queremos. Si yo fuera ellos, estaría asustada.

-Quint, quédate en mi puesto, voy a estirar las piernas- le digo a uno de mis guerreros mientras salgo arrastrándome del arbusto donde me había escondido. Me levanto y empiezo a andar para que los músculos se ejerciten. Noto pinchazos en las piernas cuando la sangre acude a ellas con una velocidad feroz. Suspiro. Me preocupa todo este asunto, no el de mis piernas, sino el hecho de que la mayoría de mis hombres quieran acabar con el campamento de extraños. En todas las horas que he estado aquí observándoles, no he encontrado nada que justifique las acusaciones que les hacen. ¿Qué debo hacer?

Mientras en mi mente se debate una lucha sobre el bien y el mal y que es lo que harían otros líderes, me alejo de mis guerreros al tiempo que veo a una de los cabecillas del grupo enemigo avanzar hacia la puerta del campamento, totalmente sola. Me agacho, pues no hay nada que me cubra, y sigo avanzando a la par que ella. Sale del campamento y no se me ocurre otra cosa que descender el terraplén, arrancarme las enredaderas y seguirla.

Me doy prisa, ya que estoy a bastante distancia de ella, pero procuro tener cuidado para que nadie me vea, ni tan siquiera mis hombres. No sé qué es lo que hago exactamente, pero mi instinto me dice que lo estoy haciendo bien. Tal vez pueda hablar con ella y resolver mis dudas sobre si son un peligro o no. Puede que un conversación con ella me haga cambiar de opinión y verlos como mi potencial enemigo o que, efectivamente, no me equivoque y podamos llegar a una especie de acuerdo. Sea lo que sea, me mantengo a una distancia prudencial, procurando no hacer ningún ruido, esperando el momento oportuno para aparecer en escena y esperar a lo que los dioses nos tengan preparado.

Me sorprende la confianza que demuestran los caídos ante el nuevo paraje dónde se encuentran. Por lo que he visto, procuran tener cuidado, pero son curiosos y desconfían muy poco. Quizá es porque ahí arriba nunca se han visto en una situación similar a la que ahora están viviendo. No sé cómo era su vida antes, pero apuesto a que difiere mucho de cómo es ahora.

Hace poco que uno de mi guerreros (un estúpido de mis guerreros) atravesó a un chico con una lanza y lo arrastró para usarlo de cebo. Cuando me enteré, casi mando que le corten la cabeza, aunque Gustus me sugirió que tan solo le quitara los privilegios de cazar y eso es lo que hice. Sin embargo, aunque di órdenes claras de que no atacaran el campamento ni a uno de los caídos, no entiendo cómo son tan vulnerables. Si yo fuera una de ellos, jamás saldría sola.

Entonces me doy cuenta de que estoy cometiendo el mismo error del que culpo a la chica. Ni siquiera he avisado de que me iba, y ella sí que lo ha hecho. No es que crea que pueda vencerme en combate, pero nunca se sabe. Y en vez de dar la vuelta y volver con los míos, sigo tras sus pasos, con cuidado de no hacer ni un solo ruido, manteniendo una distancia que me asegure que si se da cuenta de mi presencia, no pueda hacerme daño.

¿Por qué la estoy siguiendo? Quién sabe qué es lo que puede depararme, qué puedo aprender, e incluso si puedo mantener una conversación con ella. De líder a líder. Mis hombres y yo misma sabemos que tiene influencia, y de cara a una negociación, estar a solas sin la intervención de terceros, puede ser un punto favorable.

Llega aun claro, así que yo me quedo atrás, protegida por la maleza de los arbustos. Me aseguro de que mi espada y mi cuchillo estén donde tienen que estar y dejo una de mis manos sobre el mango de mi cuchillo. La veo recoger bayas. Escruto todos los árboles de los que puede comer sin riesgo a enfermar. Por ahora las que ha cogido son buenas, pero un poco más adelante hay unas bayas rojas que no se las recomiendo ni al peor de mis enemigos.

Doy unos pasos más a la izquierda para tener una mejor visión y entonces piso una rama que se rompe al instante. Me agacho mientras me maldigo y miro hacia ella. Se ha dado la vuelta y escruta los arbustos dónde estoy escondida. Cierro los ojos implorando que no me haya visto ni que se acerque o no me quedará más remedio que delatar mi posición y perder la oportunidad que estoy esperando tener.

Pero entonces, al volver a abrir los ojos, la veo. Es una serpiente. No una cualquiera. No sé qué clase de animales tendrían allí arriba, pero este es producto de la radiación y apuesto lo que sea a que no ha visto nada parecido. Mide el triple que cualquier serpiente normal, es de color verde y marrón rojizo, por lo que les resulta fácil camuflarse en sitios cómo este, son capaces de levantarse sobre su su tronco, así que que la muchacha rubia podría encontrarse con una serpiente de dos metros por encima de su cabeza.

Quiero gritarle que corra, porque si quiere salvarse del picotazo mortal y sin cura de la serpiente, es lo que tiene que hacer. Pero si lo hago no sé realmente cuál va a ser su reacción y eso podría ponerla en más peligro todavía. No obstante, la serpiente sigue avanzando. Resoplo, desenfundo el cuchillo cogiéndolo por la hoja y me levanto. Sé qué me ha visto. No es como si acabara de salir de la nada justo en el punto exacto donde estaba mirando, pero me concentro en la serpiente. Si fallo, está muerta.

Lanzo el cuchillo con todas mis fuerzas, pero mi posición no es la adecuada, así que en vez de atravesarle la cabeza, que es la única forma de matarla, le da en un lateral. Mascullo en mi idioma un par de palabras malsonantes y salgo de mi escondite.
-¡Aparta!- le grito a ella mientras corro desenvainando la espada para cargarme al monstruo.
Cuando llego a ella, y justo antes de que la maldita serpiente se abalance contra su pierna y le inyecte su veneno, la empujo con una mano. Luego agarro la espada con fuerza y le corto la mitad del cuerpo, pero sé que no es suficiente, así que me acerco con cautela hasta su cabeza y se la clavo. La serpiente tarda unos segundos en dejar de moverse por completo antes de morir.

El subidón de adrenalina ha hecho que me olvide por completo de la chica, así que me doy rápidamente la vuelta para observarla, pero en vez de adoptar una postura defensiva como tendría que hacer, saco la espada  de la cabeza de la serpiente y la enfundo.
-¿Estás bien?- le pregunto sabiendo que esto no es lo que esperaba concretamente.